Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 7 de junio de 1869
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Respuesta al Sr. Ferrer y Garcés
Número y páginas del Diario de Sesiones: 93, 2.582 a 2.585
Tema: Bando antirrepublicano del gobernador de Lérida

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): No he de hacerme cargo, Sres. Diputados, de las diferentes ediciones que del discurso del Sr. Ferrer y Garcés se han hecho esta tarde por sus dignos compañeros, puesto que los tres discursos con que tres Diputados de la provincia de Lérida han contestado al pobre mío de antes de ayer, no han sido más que tres ediciones, y no sé si decir si aumentadas y corregidas, porque son casi iguales. Y en realidad, Sres. Diputados, aunque no se tratara de tres ediciones iguales, aun cuando sólo se tratara de una, como yo no he de entrar en ciertas cuestiones locales, que yo llamo chismes de vecindad, no quiero de ninguna manera hacerme cargo de algunas indicaciones que han hecho esos Sres. Diputados.

¿Qué tengo yo que ver, en efecto, ni qué tiene que ver el Poder ejecutivo, ni los Sres. Diputados, con lo que hicieran administraciones pasadas que tenían relaciones con cierta dama (alusión), que no sé lo que hacían, ni lo que pedían, ni lo que querían? ¿A qué viene eso? ¿Qué tengo yo que ver con lo que pasara antes de la revolución en la provincia de Lérida acerca de unos que se llamaban progresistas, y que sin embargo, tenían relaciones con el gobernador, y de otros que aunque no se lo llamaban lo eran?(interrogación retórica)

Mi tesis?(Grandes rumores en los bancos de la izquierda) (El sector republicano vuelve a sentirse aludido, porque se les reprocha un intento de levantamiento) Tengan S. SS. calma como la he tenido yo. ¡Pues estamos frescos! Se oyen los absurdos más grandes, se oyen los ataques más terribles, y los oye uno con calma; y a la menor indicación que yo hago, ya se asustan esos señores. ¡Pues no tienen poco fina la epidermis! (ironía).

Mi tesis general antes de ayer era demostrar que el gobernador de la provincia de Lérida no tenía necesidad de matar el espíritu republicano, de herir el sentimiento republicano de la provincia de Lérida, porque en realidad, valga la verdad de las cosas, no había ese sentimiento republicano, ese espíritu republicano, sobre todo desde el año 54 acá, como querían demostrar el Sr. Ferrer y Garcés sus dignos compañeros. Y para demostrar eso tuve que hacer historia, historia que S. SS. han empezado diciendo hoy que no era exacta, y que no conozco la provincia; pero yo apelo a los Sres. Diputados para que digan si se ha contestado a sus argumentos. Lo más que han hecho ha sido atenuarlos o quererlos atenuar, porque no han llegado a conseguirlo. Lo que hemos sabido es que esos republicanos que lo eran antes de la revolución y en provincia tan republicana, iban a las reuniones donde se trataba de candidatos, que no sólo eran republicanos ni progresistas siquiera, sino más atrás de progresistas y tomaban parte en ellas y votaban sus candidatos aun en el tiempo en que los partidos liberales, el progresista y el demócrata, estaban retraídos. Así lo ha dicho el Sr. Ferrer y Garcés, y ha añadido que el gobernador cometió no sé qué arbitrariedades para hacer prevalecer su voto.

Señores, los gobernadores no pueden hacer nada con su voto. Pues precisamente porque los gobernadores cometían arbitrariedades es por lo que nosotros nos retrajimos. De manera que la verdad consignada por esos mismos señores es que tomaban parte en las elecciones, que trabajaban a favor de ciertos y determinados candidatos, y que no eran liberales en el sentido que esos señores entienden la libertad, ni mucho menos. Por consiguiente, ¿a qué me he de detener yo en consideraciones de este género si ellos mismos han venido a confesarlo?(El Sr. Castejón pide la palabra).

Pero el Sr. Castejón y el Sr. Castelar después, porque dejo al Sr. Castelar para el último, a fin de demostrarle hasta la evidencia quién de los dos, si S. S. o yo, ha desconocido más el movimiento de las ideas en nuestro país, quién de los dos ha desconocido cuando estábamos en la desgracia que el día de la revolución vendría, si S. S. o yo.(lítote). El Sr. Castejón primero y después el Sr. Castelar, repito, hicieron un argumento a su manera, formando un castillo a su gusto, un verdadero castillo de naipes(metáfora), para tener después el gran placer de derribarlo de un soplo. Decían S. SS.: "El Sr. Sagasta manifestaba anteayer que en una provincia en que el gobernador era republicano, según lo confesaba el mismo Sr. Ferrer y Garcés; que en una provincia en que la diputación provincial nombrada por la junta eran republicanos y los que después resultaron elegidos lo eran igualmente; en una provincia en que para ser admitido en la Milicia había que justificar el republicanismo; en una provincia en que todos los empleados altos y bajos, chicos y grandes, eran también republicanos; en una provincia así, nada extraña el que las elecciones diesen Diputados republicanos."

Lo mismo podríamos decir de las demás provincias en cuanto a los monárquicos, porque allí tienen gobernadores monárquicos, Diputaciones monárquicas, ayuntamientos monárquicos: ¿qué extraño es que hayan elegido Diputados monárquicos?

Pero ¡ah, señores! que se olvidaban S. SS. de una cosa que decía yo, y es que en una provincia donde se ostenta ese ramillete de republicanismo federal, y en que además se cometen arbitrariedades como no se han cometido en tiempo del absolutismo más grande, en ese país no tiene nada de particular que hayan dado las elecciones el resultado e que hacemos mérito. ¿Y cuáles eran esas arbitrariedades? Ya las dije, y no se han desmentido. Ya dije cuáles eran, y todavía, por no ser más extenso y porque me interrumpieron en mi discurso, omitir referir algunos cuyos comprobantes tengo en el Ministerio de la Gobernación.

¿Qué extraño es que con autoridades que cometen en ciertos pueblos ciertos abusos dieran el resultado que dieron las elecciones municipales?

Además de los abusos de los que me lamenté el otro día, tengo que añadir algunos otros. [2582]

¿No tienen S. SS. noticia de un pueblo en que les elecciones se verificaron estando seis hombres armados, seis republicanos federales, a la puerta del colegio electoral, que esos republicanos federales armados a la puerta de local no tenían otro objeto que impedir que entrasen los monárquicos, y que cuando alguno de ellos intentó pasar se le amenazó apuntándole?

¿No tienen S. SS. noticia de que en ese mismo colegio, porque un monárquico quiso presenciar la elecciones y estar en el local, el presidente le mandó prender y le hizo ir atado a la cárcel? Pues yo tengo el testimonio debidamente legalizado.

¿No tienen S. SS. noticia de otro pueblo en el cual se verificaron les elecciones municipales en dos distritos locales, uno en las casas consistoriales y otro en la de un particular, y que los electores republicanos federales iban a votar a la casa particular, y los otros a las casas consistoriales? Pues bien, la Diputación aprobó la elección hecha en la casa particular y no dijo nada de la elección hecha en las casas consistoriales. (Risas.) Pues tengo también el testimonio en el Ministerio de la Gobernación.

Yo decía, señores, completando mi argumento, -y cuando se trata de desvanecer un argumento es necesario presentarla por completo, -yo decía que en una provincia en que el gobernador es republicano, en que la Diputación es republicana, en que los municipios son republicanos, en que los Voluntarios son republicanos, en que todos los empleados son republicanos y en que además los municipios y autoridades procedían de la manera expresada y cometían tales abusos, ¿qué extraño es que la elecciones dieran el resultado que dieron?

Cuando S. SS. me demuestren a mí que los gobernadores monárquicos, que las Diputaciones monárquicas que los municipios monárquicos, que los Voluntarios monárquicos, que los empleados monárquicos han cometido esos abusos y esas arbitrariedades, entonces sería igual el argumento; pero como no se ha hecho así, resulta que no puede decirse semejante cosa.

Y no quiero ocuparme más de esas cosas de pueblo: yo, por otra parte, las disculpo y aun las dispenso; habían tenido lugar acto continuo de la revolución, y no debemos hacer mérito de ellas. Sin embargo, como aquí se ha querido presentar cual una prueba evidente del republicanismo de aquella provincia el que los municipios eran republicanos, justo es que digamos por qué estilo fueron nombrados; si no hubiese sido por esto, yo no hubiera hecho mención de ello.

Después ha hablado el Sr. LIorens en una alusión personal, que era muy difícil de conocer, porque S. S. se ha ocupado de todo menos de su persona; y a la verdad no tenía para qué, lo mismo que el Sr. Castejón, porque yo no aludí a S. SS. más que para aplaudirles; pero S. SS. han hecho bien en hablar a su gusto; de esa manera, para con sus amigos republicanos han cumplido con en deber. Y a propósito del discurso del Sr. Llorens, tratando de todo menos de su persona, S. S. se ha ocupado del partido progresista y le ha calificado no muy bien. No ha andado muy acertado en esto, porque basta que S. S. ha podido declararse republicano federal con los progresistas ha estado. Y siendo así, ¿no conoce S. S. que lo que diga del partido progresista lo dice de sí mismo? ¿No conoce que eso es tan insensato como escupir al cielo? No sea ingrato S. S. con ese partido, cuyo hijo ha sido. Por lo demás, básteme decir que S. S. no ha conseguido malparar al partido progresista, que se halla muy por encima de los ataques de S. S.; y no olvido que ha pertenecido a él durante tanto tiempo, durante tantas desgracias durante tantas ocasiones de abnegación y patriotismo no ha tenido ese partido.

Aparte de esto, yo no quiero defenderle ahora; lo haré en el curso del debate, si fuese necesario, y si no, cuando presente otra ocasión; pero bueno es que se sepa que S. S., que así acomete a ese partido, ha pertenecido a él, mientras que ese partido ha sido tan malo, mientras que a partido ha hecho cosas tan malas, mientras que ese partido ha traído tantas perturbaciones y desgracias al país juicio de S. S., y ha pertenecido a él con gusto y no se esperaba de él. Y basta ya del Sr. Llorens y del partido progresista.

El Sr. Castelar, dando tanta importancia que no tiene bando del gobernador de Lérida, casi, casi ha venido a dar a entender que estaban en peligro las instituciones, y nos decía: "Los derechos individuales que acaba de votar la Asamblea se unían, y nos vamos de este sitio. "

Cuando veo que a ciertas cosas se les da tanta importancia y que se nos amenaza con determinaciones de tal magnitud, busco la causa y digo: ¿qué motivo habrá para ello? Y ahora casi lo he llegado a comprender. Como estamos en época de funciones de desagravios, he dicho para mí: hay gentes que creen que debe desagraviarse a la Virgen (lo cual es innecesario, porque la Virgen no se agravia ni por lo pasado, ni por mucho más que pasara); pero hay otros que creen que se debe desagraviar, no a la Virgen, sino a ciertas ideas y a ciertos representantes de esas esas ideas. Desagrávienlas S. SS. todo lo que quieran, mas no de esa manera, y no den tanta importancia a cosas que no la tienen.

Dije anteayer, y repito hoy, que el gobernador de Lérida no ha dicho en su bando lo que ha creído el Sr. Castelar. No ha dicho, no, el gobernador de Lérida que no debía hacerse en adelante manifestaciones públicas de ninguna especie. No ha dicho semejante cosa, ni menos podía decirlo con respecto a la prensa, pues el sentido de esa circular o del bando se refiere únicamente a la manifestación que se pensaba realizar como en protesta del acuerdo de las Cortes Constituyentes.

No entraré en el examen de si se debió o no prevenir e impedir aquella manifestación; pero la verdad es que el bando se refería a esa manifestación tumultuaria, sin que de manera ninguna al hablarse de ella se pensara en suprimir ni la libertad de escribir, ni la libertad de hablar; o refería, como digo, única y exclusivamente a una mañana, y que nada tienen que ver con la verdadera libertad de la prensa y de la palabra.

Es más: no sólo no se pensó en suprimir esas libertades, sino que ni aun marcadamente se en la misma manifestación que se quería evitar, puesto que se decía "que en aquellos momentos sería un delito de esa soberanía hacer manifestaciones que menoscaben el acuerdo de las Cortes Constituyentes." No se hacía más que advertir; ni siquiera se prevenía: se decía únicamente lo que dice una persona amante de la libertad, lo que dice una persona que sabe bien que el gran apoyo de la libertad es la sensatez, la cultura, la prudencia del pueblo.

Acababan las Cortes Constituyentes de dar su fallo en una cuestión muy grave, en la cuestión de la forma de gobierno; y como quiera que el gobernador tuviera noticia le que la manifestación era en contra de ese acuerdo, deja con mucha razón que un constituiría un delito de lesa soberanía; mas sin decir nada en contra del proyecto, sino dirigiendo únicamente una advertencia patriótica, que los ciudadanos sensatos y verdaderamente liberales no necesitan. [2583] No corrían peligro ninguno los derechos individuales, y prueba de ello es que ha podido escribirse, que ha podido reunirse del mismo modo. Y yo pregunto: en Lérida, ¿ha tenido consecuencias ese bando? ¿Se han impedido reuniones, se han recogido periódicos, se ha hecho alga que destruya, que amengüe en lo más mínimo los derechos individuales consignados en la Constitución?

"Entonces, decía el Sr. Castelar, no bastan palabras, lo que aquí se necesita son hechos." Pues yo digo a S. S.: ahí tiene hechos; el gobernador no ha realizado nada irregular, ni ha tomado disposición alguna que aminore o destruya la libertad en el ejercicio de los derechos individuales, en poco ni en mucho.

Y ya después de lo que dijo el otro día, que no reproduzco por no molestar a la asamblea, voy a ocuparme del Sr. Castelar.

Su señoría, a consecuencia de haber yo manifestado que antes de la revolución no había conocido republicanos federales, añadiendo, al ser interrumpido por S. S., "incluso S. S.", ha tomado pie de esto para decirnos que en cierto tiempo tuvo participación en el nombramiento de uno que fue al comité que había en el extranjero, en donde se trataba de la república federal universal; que después el Sr. Garrido escribió un folleto hablando de la república federal universal, y que S. S. en el mes de junio o julio en París había también previsto que este caso había de llegar, y escribió en este sentido, añadiendo de seguida: "El Sr. Sagasta no conoce el movimiento de las ideas."

En primer lugar, debo decir al Sr. Castelar que aunque se haya hablado de república federal universal no se ha ocurrido a nadie hacer una república federal de una Nación, despedazando su historia, su grandeza, sus recuerdos, sus tradiciones. Cuando se ha hablado de república federal universal se ha aludido a la república federal de las diversas naciones que por raza, por tradición o por cualquier otra causa debieran unirse para las cuestiones del porvenir, y bajo ese punto de vista hemos sido todos y seremos siempre republicanos federales. ¿Qué duda tiene esto? La unidad de la Nación no se rompería entones aun cuando España fuese uno de los cantones de esa gran república.

Y qué, constituir una federación de esta clase, ¿significa lo mismo que el despedazamiento que con nuestro país intentan los señores federales? ¿Qué tiene que ver el que nosotros queramos federarnos con Portugal o quizá mañana con Italia? ¿Cómo podría verificarse la federación bajo un sistema de república, lo mismo que bajo un sistema de monarquía. Lo mismo pueden ser federales entre sí las naciones con presidentes que con monarca a la cabeza. ¿Y queréis hacer la república federal a la manera que lo ideaba aquel señor que no ha querido decir S. S. que probablemente no será republicano federal; a la manera de ese redactor de El Eco del Comercio que nombrado para ese comité hablaba de federar a nuestro país, dividiéndolo al capricho o al antojo de los extranjeros? Se trataría de federarla con Italia, con otras naciones; por federar al país, cómo y por dónde?

Que el Sr. Garrido escribió un folleto sobre la república federal universal y que no fue rechazado. ¿Y que tiene que ver con esto lo que vosotros queréis establecer aquí? ¿A qué tiende esa idea de la república federal universal? Tiende a la unidad, por ejemplo de la raza latina, y como transacción, y como medio transitorio para llegar a esa unidad podía haberse dicho: unámonos por el pronto ¿Pero para qué? Para llegar a esa unidad. Pues eso mismo podría haber sucedido en España: para llegar a la unidad podría haberse hecho la federación; pero estando ya unida, ¿quién piensa en fraccionarla?

Decía el Sr. Castelar: "Sagasta desconoce absolutamente el movimiento de las ideas; yo sí que le conocía bien estando en París, en junio, y así lo escribía." ¡Ah! S. S. preveía todo lo contrarío; y diciendo esto me dirigía una alusión que no merezco, Me decía que yo no había hecho la revolución; que lo que había hecho era como si estando a la orilla del mar echase en él un vaso de agua, por esto creyera haber creado el mar. Sí, es verdad; sucedería lo mismo. Ciertamente que yo no ha hecho la revolución, y que lo que yo he hecho ha sido llevar un grano de arena imperceptible para el edificio que aquí se ha levantado; pero yo aseguro que si el Sr. Castelar y yo os halláramos a orillas del mar, y del lado de acá hubiera de hacerse la revolución y yo dijera: me quedo aquí para hacerla, a la vez que, S. S. dijese: yo me voy al otro lado, porque no se ha de hacer en este país, siempre habría contribuido yo a la revolución más que el Sr. Castelar. Cierto que ve no hice más que, echar el vaso de agua en el mar; pero el Sr. Castelar no quiso echar ni aun una gota. (El Sr. Castelar: He echado toda mi vida.)

Puesto que tan enterado se hallaba el Sr. Castelar del movimiento de las ideas, ¿por qué creía y se lamentaba en París de que no había de llegar el día de que nos hallásemos allí reunidos? ¿Qué noticia tenia del movimiento de las ideas cuando entonces creía imposible la libertad de España, cuando creía que ni era digna de esa libertad cuando tenía todas las esperanzas perdidas, y desalentado de conseguir la libertad pensaba ira al otro lado del Atlántico? ¿Quién conocía mejor el movimiento de ideas: S. S. cuando tenía esos planes o yo cuando iba en que la libertad vendría; él queriendo poner él por medio, o yo trabajando un día y otro para que con libertad viniese, y esperando que llegaría pronto? ¿veía mejor el movimiento de las ideas S. S. cuando quería tornar participación en nada, o yo que aguardaba un día y otro sacrificando los momentos, sacrificando mi vida, bajo la confianza de que había de llegar pronto para España el día que ansiábamos?

Entonces el Sr. Castelar, con tanto conocimiento como tiene del movimiento de las ideas, no sabía ni conocía el que se estaba elaborando en nuestro país para llegar a donde hemos llegado, y S. S., que no veía eso, no preveía bien. Tan lejos estaba entonces S. S. de presumir que en este país pudiera haber república federal, que me acuerdo mucho que al principio de los trabajos revolucionarios, al poco tiempo de estar emigrados, S. S. y otros compañeros suyos se separaron de nosotros porque no teníamos rey, y S. S. y otros individuos que hoy se llaman republicanos federales nos decían: " No podemos estar con ustedes porque no tienen solución." Y nosotros les contestábamos: " ¿Cómo que no tenemos solución si tenemos una única solución posible, la única solución liberal, la solución de la libertad: tenemos la bandera de la revolución, y en ella la libertad, las Cortes Constituyentes, el principio de que el país se constituya de la manera que crea conveniente?" Y nos replicaban: " No, esa no es solución, porque lo que allí debe hacerse es proclamar desde luego, como enseña de la revolución, a D. Fernando de Portugal." Y nosotros contestábamos: "No queremos eso: primero, porque no sabemos si D. Fernando aceptará, y segundo porque no sabemos si lo aceptará el país: así, pues, nosotros vamos allá con la bandara de la libertad, Cortes Constituyentes y dejando al país, que se constituya a sí mismo ¿Quiere el país a D. Fernando de Portugal? ¿Quiere D. Fernando venir? Pues venga: a nosotros nos parece [2584] bien; pero ¿a qué nos hemos de exponer a que el país no le quiera o él lo rehúse? "Y esos republicanos federales se contentaban, se daban por satisfechos entonces con derrocar el trono de Doña Isabel II, con derribar la dinastía de los Borbones, con que viniera otra dinastía levantada por el sufragio universal y con que el fundador de esa nueva dinastía fuera D. Fernando de Portugal. (El Sr. Castelar: Todo eso es inexacto.)

Dice el Sr. Castelar que todo esto es inexacto; yo lo siento por S. S., que es muy flaco de memoria. ¿Es inexacto que hemos tratado muchas veces de traer aquí, si podíamos, a D. Fernando de Portugal? ¿Es inexacto conspirábamos con objeto de derribar el trono de los Borbones y en su lugar crear otra dinastía fundada sobre sufragio universal? ¿Es inexacto que en nuestras reuniones particulares se había acordado que si D. Fernando de Portugal aceptaba y el país lo recibía con satisfacción sería esta la mejor solución para el país? ¿Es inexacto todo esto? En reuniones que tuvimos en Madrid antes de ir a la emigración se había acordado eso, y nosotros aceptamos esa solución como la mejor: nosotros aceptarnos esa candidatura como la mejor para el trono de España; pero decíamos: "No queremos levantar como bandera la dinastía D. Fernando de Portugal, porque no queremos exponernos a que ese señor nos desaire o a que el país no lo acepte."

Pero hay más: cuando esos republicarías, hoy federales, me hacían ese argumento, de que no podían estar con nosotros porque no teníamos rey, les contestaba yo: "Señores, eso sería bueno que nosotros lo dijéramos; pero en la bandera que nosotros levantamos lo mismo cabe nuestra solución que la vuestra, lo mismo cabe la solución de la república que la solución de la monarquía; nosotros podríamos por tanto poner reparo en unirnos a vosotros, pero no comprendo que vosotros le tengáis en uniros a nosotros. " Pues a pesar de eso, los republicanos se separaron.

Ya ve el Sr. Castelar cómo no soy tan ajeno al movimiento de las ideas: ya ve cómo yo siento venir las cosas mejor que S. S.: ya ve cuán poco me he equivocado respecto al tiempo en que ha ocurrido la revolución: ve el Sr. Castelar que tampoco me he equivocado respecto al candidato que tenían algunos demócratas entonces, hoy republicanos federales. Porque, repare S. S.: objeción que yo hacía cuando se hablaba de D. Fernando de Portugal, que para mí era el mejor de los candidatos al trono de España, se reducía a que no quería levantar semejante bandera, porque ignoraba si D. Fernando aceptaría, o si el país lo admitiría, y por eso la resolución íntegra de esa importantísima cuestión quería dejarla a mi país.

¿Quién ha acertado, Sr. Castelar? ¿S. S. que creía no era posible la revolución, o yo que la consideraba inmediata? ¿S. S. que juzgó necesario levantar la bandera Fernando de Portugal, o yo que me resistía a levantarla? Pues hasta ahora en las cosas grandes, en las cosas verdaderamente importantes, yo he conocido mejor que S. S. el movimiento de las ideas.

El Sr. Castelar ha hecho una indicación de que necesito hacerme cargo. Dice S. S. que las circulares que dio el Ministro de la Gobernación antes de las elecciones ha traído 80 republicanos. No son 80 republicanos los que han traído esas circulares. Lo que han producido, así como otras disposiciones tomadas por el Ministro de Gobernación, son las elecciones más libres, más importantes que se han hecho en España. Lo que esas circulares y disposiciones han traído consigo es el orden al mismo tiempo que la libertad, para que por medio del sufragio universal que se ensayaba por primera vez en España se hicieran unas elecciones que no reconocen superior en ningún pueblo; unas elecciones tan libres, tan ordenadas, que, por fortuna nuestra, pueden servir de modelo a los pueblos más libres y civilizados del mundo.

Para eso sirvieron esas circulares esas disposiciones del Ministro de la Gobernación, que tan pequeño y modesto como es, tiene buena voluntad, recta intención y lealtad para llevar adelante las empresas que ha acometido, y cuyas prendas sin duda, en medio de su pequeñez y de su modestia, le han servido hasta ahora para salir bien en lo que ha emprendido.

Su señoría me ha dirigido una pregunta, y como no me duelen prendas, voy a contestarla. "¿Tenernos derecho, preguntaba el Sr. Castelar, para llamarnos republicanos?" Sí, tienen derecho a llamarse, republicanos, porque nosotros, los monárquicos, de ahora, no somos como los republicanos franceses de 1848. Nosotros en España no queremos parodiar a aquellos republicanos. Aquellos republicanos decían que la república era indiscutible, y nosotros no queremos imitarlos diciendo que la monarquía es discutible. No, señores, nosotros no diremos eso: la monarquía y la república son formas de gobierno, y por lo tanto discutibles,

Son discutibles en la prensa, en las reuniones, de la manera que deben discutirse cuando se trata de formas de gobierno, una de las cuales está reconocida en el Código fundamental; pero obedeciendo, pero acatando, pero respetando la Constitución del Estado y la forma de gobierno que el país tiene ya establecida.

No quiero molestar por más tiempo la atención de la Cámara: el Sr. Castelar ha dicho que no era exacta una afirmación que yo he hecho tratándose de un punto importante, y espero oír al Sr. Castelar para desvanecer el error que sin duda por flaco de memoria padece S.S. en este momento.



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